Alejandro Fiorito, Economista docente e investigador de Universidad Nacional del Lujan, y del CIGED-UNSAM
La idea convencional sobre la independencia de los Bancos Centrales, nunca tuvo asidero real en ningún lugar ni época. Simplemente en años de neoliberalismo se adoptó esa restricción ideológica en la Argentina en línea con la emulación de la banca en los países de centro actuales por medio de la “recomendación” de los organismos internacionales. En efecto en 1992, en la década del “Washington Consensus”, Cavallo, el ministro de economía de Menem que consolidó el camino desindustrializador iniciado por el dictador Videla, “reformó” la carta orgánica del banco central argentino, quitándole atribuciones para hacer política monetaria. Nos quedamos peleando contra Tyson, con una mano atada…
Tan es así, que la Argentina llegó a protagonizar en un verdadero experimento denominado “convertibilidad”, similarmente aunque no igual, al experimento del Euro: ató al peso a una moneda externa (dólar). Como caso experimental también, se llegó en ese periodo a vender las reservas de petróleo y toda la empresa nacional YPF, ¡sin haber perdido una guerra!!
Y los Estados por definición histórica, han surgido y creado con su poder desde el siglo XV en adelante, a sus ejércitos y a su propia moneda. El poder estatal de decidir su propia moneda se destazó con las ideas neoliberales de la Argentina en los 90.
¿Y cuáles son las consecuencias de perder soberanía monetaria?
De resultas que existen tres tipos de países en el mundo, con respecto a sus monedas y sus posibilidades de entrar en crisis de pagos de sus deudas externas:
1) Países que no entran en crisis de pagos con ningún tipo de deudas independiente de cómo estén nominadas, como el caso único de EEUU, cuya moneda es mundial; 2) el caso de la mayoría de los países del mundo, tan disimiles como Paraguay, Rusia, Argentina, China, Bolivia etc. que sólo pueden entrar en crisis de pagos de su deuda, si ésta se encuentra nominada en moneda externa; y 3) los países que entrarían en “default” de su deuda en cualquier moneda, ¡Aún la propia! Como es el caso de los países del Euro. No verán en la historia crisis de deudas en monedas domésticas, cuando es el Estado el que controla vía su Banco Central, la emisión de la misma. Claramente los mercados saben pragmáticamente diferenciar lo que los “economistas alquimistas” marginalistas no hacen con sus erradas teorías, al ver a Europa como un “Área monetaria optima”. Y por eso independientemente de cotizaciones, saben de la inexistencia de los “Estados Unidos de Europa” y jamás tendrían igual confianza vg. en una deuda de un país de la periferia del Euro, versus una deuda en yenes. La diferencia es que existe un Estado de respaldo (no el oro) detrás de dicha moneda, con una Banca Central para dirigir una política monetaria. El Euro no tiene un Estado detrás (muchos y ninguno), sus países constituyentes no son provincias de uno. Existen multiples balances de pagos cuando debería haber uno sólo, para que el esquema del euro sea sustentable y permita el crecimiento. Sólo países que fueron conquistados militarmente o algunos “fallidos” han adoptado la moneda de otros países. De lo contrario es un verdadero experimento histórico.
Es decir que si se desea mantener al Euro como institución europea, se necesita un BCE que funcione como tal y transforme el Área Euro en los “Estados Unidos de Europa”.
¿Qué se aprende de la historia?
Lo que la historia enseña, es que intentar copiar lo que sucede en los países desarrollados para aplicar en los países no desarrollados, es bien una confusión o un intento de mantener el status quo del subdesarrollo.
Se debe pues aprender de lo que dichos países efectivamente realizaron para desarrollarse en su momento–con los cambios institucionales de época correspondientes- con sus bancos centrales que desde el siglo XVII al siglo XIX tuvieron objetivos tan variados como el financiamiento de guerras y de proyectos de industrialización, con establecimiento de políticas comerciales, créditos subsidiados, sostenimiento de las deudas públicas, la creación de mercados financieros donde era necesario contar con un activo de riesgo nulo, etc. Solamente luego de su proceso de desarrollo económico exitoso, devenido en Estados de bienestar, es que la banca central empezó a ocupar un lugar estrictamente al cuidado del valor de la moneda.
Es fundamental comprender que dependiendo los requisitos del desarrollo, los bancos centrales se dotaron ad hoc de las posibilidades y herramientas necesarias para lidiar con ellos, por lo que no existe la idea de un banco central válido para todo tiempo y lugar.
¿Y para qué la reforma en el BCRA en la Argentina?
En el caso de la reforma de la carta orgánica del BCRA actual, simplemente se pone al día en pos de tener una herramienta fundamental para dejar atrás el camino de un Estado ausente para con los objetivos de desarrollo.
En la Argentina, con la crisis de 1930, cuando Inglaterra “suelta la mano”, la economía no podía continuar siendo el “granero del mundo” e importar el 70% de los productos industriales ingleses.
Comienzan unos 46 años de políticas de desarrollo: sustitución de importaciones, control de cambios, subsidios a la industria, nacionalización del comercio, aranceles adecuados a una industria naciente, etc. Entre estas medidas surge en 1935 el banco Central, en punto a establecerse en el tiempo como el banco de bancos, para sostener el proceso sustitutivo de importaciones y la industria nacional.
Las posibilidades de acción para apoyar el desarrollo industrial argentino al liberarse de las ataduras institucionales ortodoxas superan ampliamente el mero pago de vencimientos de la deuda externa por reconsideración del monto “disponible” de reservas para dicho fin. Sería un despilfarro de reforma, cambiar la letra y quedarse en espíritu de una interpretación ortodoxa del banco central (creyendo en los fantasmas del sentido común) y considerar hacer domésticamente un “redireccionamiento del crédito” y nada más.
Al revés, la elevación de la productividad nacional por medio de un plan de inversión pública (trenes de carga, que en largas distancias reducen mucho los costos, caminos energía, petróleo, etc.), en la misma línea el financiamiento de la sustitución de importaciones y su vínculo directo, la promoción de exportaciones derivada del éxito de los primeros dos tópicos; la búsqueda de políticas de pleno empleo en el mercado laboral, el financiamiento subsidiado de políticas industriales relacionadas con el alivio permanente de la restricción externa, etc.
Otro mito ortodoxo y de causalidad nunca probada, es que la emisión de dinero genera inflación, óbice descontado del discurso convencional para limitar los recursos institucionales del BCRA. Existe claro está una correlación entre los precios y la cantidad de dinero pero en realidad, la suba del nivel de precios general se deriva de la suba de costos, que causa la convalidación de una emisión endógena para mantener la actividad económica sin sobresaltos. Los economistas que apoyan el sin sentido monetarista, suponen que las economías capitalistas tienden y transitan por niveles de pleno empleo de recursos, por lo que traducen la emisión como causa de un exceso de demanda o bien en una tasa de interés menor a una supuesta tasa “natural” sin inflación. La primera versión más difundida, se considera que el dinero cae de “helicópteros”, o en la jerga de la economía, el dinero es exógeno. Al contrario los bancos centrales solamente controlan la tasa de interés, mientras que las cantidades de dinero no pueden ser normalmente controladas por estos organismos.
El fantasma agitado en la Argentina por el convencionalismo económico, se refiere a la hiperinflación en los 80, dando por supuesto la causalidad monetarista que va de la “emisión descontrolada” por parte de autoridades monetarias dependientes del poder ejecutivo en el gobierno de Alfonsín a la suba de precios.
En realidad, el país estaba jaqueado por el pago de la deuda externa, por lo que se debía devaluar sistemáticamente para reducir el nivel de actividad y los salarios reales que crecían en dólares, y liberar dólares de importaciones que no se generarían por dicha merma. La resistencia salarial hacia que la puja distributiva volviera a elevar los costos salariales y esa lógica se convirtió en un circulo que derivo en una hiperinflación en el 86 y en el 89. En los 90, se controló la inflación limitando a dicha puja con una “hiperdesocupación” (que llego al 25%).
Romper esa errada lógica de sentido común convencional es la tarea actual usando ampliamente al Banco Central en la planificación del desarrollo. Por ende la modificación de su carta orgánica en contra del discurso omnímodo de los “buenos samaritanos” del centro que “patearon la escalera”, al decir del economista coreano Chang, servirá para objetivos específicos de la Argentina. Estos son fundamentalmente, el pago de intereses y capital de la deuda externa (que se vino haciendo de manera pragmática), financiamiento de proyectos industriales, al estilo banca de desarrollo; y de esa manera aliviar la restricción externa, que es la que históricamente jaquea a los países en desarrollo.Alejandro Fiorito, Economista docente e investigador de Universidad Nacional del Lujan, y del CIGED-UNSAM.
La idea convencional sobre la independencia de los Bancos Centrales, nunca tuvo asidero real en ningún lugar ni época. Simplemente en años de neoliberalismo se adoptó esa restricción ideológica en la Argentina en línea con la emulación de la banca en los países de centro actuales por medio de la “recomendación” de los organismos internacionales. En efecto en 1992, en la década del “Washington Consensus”, Cavallo, el ministro de economía de Menem que consolidó el camino desindustrializador iniciado por el dictador Videla, “reformó” la carta orgánica del banco central argentino, quitándole atribuciones para hacer política monetaria. Nos quedamos peleando contra Tyson, con una mano atada…
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